El diagnóstico de una enfermedad crónica, como la diabetes, conlleva una gran variedad de ajustes en la vida de la persona que la padece. Esto se hace más evidente en el caso de la diabetes, ya que la persona deberá seguir un tratamiento exigente, con tareas de autocuidado diarias y/o toma de decisiones relevantes, que dependerán de su conocimiento y motivación. En caso de no llevar a cabo las tareas de autocuidado puede que aparezcan las complicaciones medicas, y con ellas sentimientos de miedo y culpa.
Así, ya desde el mismo del momento en el que la persona recibe el diagnóstico se inicia un proceso de adaptación a la enfermedad. Éste puede variar de una persona a otra dependiendo de muchas variables: las características personales, el historial de diabetes en la familia, como han recibió la información, el tipo de diabetes, etc. De todas formas, la persona con diabetes necesita adaptarse a su nueva condición y este proceso puedo incluir diferentes fases: negación, negociación, ira, tristeza y aceptación. Aunque el proceso es diferente en cada persona es necesario que la persona acepte su nueva condición para que la diabetes no se convierta en una fuente de estrés crónico y aumentar el riesgo de padecer algún trastorno como la depresión o el “burnout” por la diabetes.
Asimismo, en el caso de la diabetes tipo I, al ser diagnosticada mayoritariamente en niños y adolescentes, el proceso de adaptación va a incluir a todo el núcleo familiar. En este caso, el diagnóstico, los síntomas de la enfermedad, y los cambios que conlleva el tratamiento en la rutina, suponen una gran fuente de estrés para todos los miembros de la familia. Así el apoyo psicológico puede resultar muy beneficioso, sobre todo en las primeras etapas, para facilitar el bienestar emocional y el ajuste psicosocial de la familia.
Por otra parte, la diabetes tipo II, diagnosticada, en la mayoría de ocasiones en personas adultas, tiene otras peculiaridades. La mayoría de veces está asociada al sobrepeso y a la obesidad por lo que uno de los objetivos fundamentales de la persona puede ser la pérdida de peso. Además, en aquellas personas que no necesiten inyectarse insulina, el tratamiento puede no ser tan exigente, por lo que la conciencia de enfermedad y la adherencia al tratamiento pueden disminuir. El apoyo psicológico puede ayudar a las personas con diabetes tipo II a aceptar su nueva condición y facilitar los cambios para introducir hábitos saludables en su rutina diaria.
Por último, hay que tener en cuenta que, existen relaciones entre las emociones, la glucemia y los cuidados. Emociones como el miedo, la preocupación, la tristeza o la frustración pueden llevar a la persona a asumir una actitud de pasividad, lo que tienen como consecuencia una diabetes descontrolada, que a su vez, pueden producir cambios en el estado de ánimo: irritabilidad, ansiedad, euforia o depresión. Así se generan unos círculos viciosos que ponen en riesgo a las personas con diabetes a sufrir dificultades de adaptación y/o problemas psicológicos como la depresión, trastornos de ansiedad o trastornos alimenticios. Con todo, el objetivo general del servicio de atención psicológica de Adiba sería ayudar a que la persona con diabetes pueda llevar a cabo los cambios necesarios para llevar una vida normalizada e minimizar el riego de aparición de las complicaciones a largo plazo asociadas a la diabetes. De manera más específica, se pretende que:
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